Comer un par de bolas de helado directamente del congelador no es un problema, pero algo tan simple y aparentemente inofensivo como dejar su tina fuera en el mostrador podría realmente afectar su salud. «El helado se derrite con bastante rapidez a temperatura ambiente, y el brebaje líquido, lechoso y azucarado es una placa de Petri perfecta para bacterias como la Listeria», escribe la doctora Amreen Bashir en The Conversation. Esto significa que la próxima vez que se instale en una noche de Netflix y chill golosinas, al disfrutar de su pinta favorita -incluso si ha sido recongelada- podría estar preparándose para días de náuseas, vómitos, diarrea o algo peor, ya que las temperaturas del congelador no matarán las bacterias ya existentes.
«El helado se derrite con bastante rapidez a temperatura ambiente y el brebaje lechoso, azucarado y líquido es una placa de petri perfecta para bacterias como la Listeria». -Amreen Bashir, PhD
Entonces, ¿cómo puede asegurarse de no enfermar sin tener que renunciar a su postre favorito del verano? El Dr. Bashir dice que la mejor opción es, obviamente, poner el helado de nuevo en el congelador después de llenar su tazón para asegurarse de que no tiene la oportunidad de derretirse, y nunca, nunca doble inmersión. Si ya no está congelado, tíralo.
Y si te encuentras en el pasillo de los congeladores de la tienda de comestibles con la nariz pegada al cristal que cubre el helado preguntándote si tu pinta favorita se ha vuelto a congelar, hay una forma fácil de saberlo: Según Ben & Jerry’s, el helado que se ha derretido y vuelto a congelar parece más firme y pequeño porque ha perdido todas las burbujas de aire que lo esponjan. Además, también verás un cambio en la textura, que se vuelve granulada y cristalizada, y el propio recipiente puede estar pegajoso y escarchado por el helado previamente derretido y la condensación de la recongelación.
¿Otra forma de estar seguro? Disfrutar de un buen helado vegano, porque con las variedades lácteas, el único helado derretido que es seguro comer es el que está goteando por tu brazo desde un cono desbordado. Bueno, siempre que tus manos y brazos estén limpios, claro.
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