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Contra la corriente: Un manual budista para revolucionarios espirituales
El Buda también ofreció una enseñanza sobre la cualidad del corazón conocida como ecuanimidad, una cualidad que equilibra la generosidad, la compasión y la bondad amorosa
Cuando escuché por primera vez esta enseñanza, la entendí mal, pensando que la ecuanimidad significaba amar a todos por igual. Pero a lo que el Buda se refería es a un sentimiento de equilibrio, a un sentimiento de no ser empujado fuera del centro por la ilusión, especialmente cuando entramos en el ámbito de la compasión, o de la preocupación por el sufrimiento. La tendencia es pensar: «Me importa, así que tengo que hacer algo al respecto». La gente está sufriendo, así que tenemos que detener el sufrimiento.
En su enseñanza sobre la ecuanimidad, el Buda dice que la comprensión correcta es que, aunque la respuesta adecuada es la compasión, tiene que estar equilibrada con la sabiduría.
Aunque podemos cuidar y querer proteger a los demás en un nivel físico y tal vez emocional, en última instancia no podemos hacer nada para quitar el apego interno y la identificación con el ansia y la aversión que crea el sufrimiento en los demás. Todos los seres tienen que hacer el trabajo por sí mismos; cada uno tiene que purificar su propio karma. No podemos hacerlo por nadie más, y nadie más puede hacerlo por nosotros.
Esta enseñanza debe entenderse en dos niveles. Hay un nivel de sufrimiento físico que podemos y debemos hacer lo posible por aliviar. Luego está el nivel más sutil del sufrimiento interno, debido al aferramiento y la aversión, sobre el que no tenemos control en los demás. Este segundo nivel es al que apunta la ecuanimidad.
La ecuanimidad destaca el hecho de que sólo el individuo tiene la capacidad de transformar la relación con la mente. No podemos obligar a la gente a ser libre; cada uno tiene que empezar la revolución interior por sí mismo.
La práctica en este ámbito de la ecuanimidad implica abrirse a la comprensión del equilibrio de la compasión con la humildad. Aunque tengamos las mayores intenciones de liberar a todos los seres del sufrimiento -y es mucho lo que podemos hacer a través de la práctica de la generosidad y la bondad- la ecuanimidad nos muestra que, en última instancia, todos los seres tienen que liberarse a sí mismos.