La Regla

El movimiento monástico que comenzó en Egipto y Siria en el siglo III y que pronto se extendió por el Mediterráneo occidental utilizó y produjo todo tipo de textos: vidas de santos, relatos de viajes monásticos, descripciones de instituciones monásticas y homilías o charlas sobre temas espirituales. En el siglo IV surgió un nuevo tipo de texto: las reglas monásticas. En ellas se establecía la organización básica de una comunidad monástica, se proporcionaban directrices para el abad y otros titulares de cargos, y se explicaban principios espirituales para los monjes. Sus autores no pretendían producir textos originales: copiaban de otras reglas que habían encontrado, enriqueciendo y desarrollando una tradición cuyo objetivo no era la distinción literaria sino la provisión de un manual útil para abades y monjes.

La más exitosa de estas reglas es la «Regla de los monasterios». Fue escrita por Benito de Nursia después de 529 y es comúnmente conocida como la Regla de San Benito. Refleja la larga experiencia de Benito como monje y abad, y su estudio de la tradición monástica más antigua, que utiliza ampliamente, especialmente un texto más antiguo llamado la Regla del Maestro, de autor anónimo.

La Regla de San Benito consta de un prólogo y de setenta y tres capítulos, que van desde unas pocas líneas hasta varias páginas. Proporcionan enseñanzas sobre las virtudes monásticas básicas de la humildad, el silencio y la obediencia, así como directrices para la vida diaria. La Regla prescribe tiempos para la oración en común, la lectura meditativa y el trabajo manual; legisla sobre los detalles de la vida en común, como la vestimenta, los arreglos para dormir, la comida y la bebida, el cuidado de los enfermos, la recepción de invitados, el reclutamiento de nuevos miembros, los viajes fuera del monasterio, etc. Aunque la Regla no evita las instrucciones minuciosas, permite al abad determinar los detalles de la vida común según su sabia discreción.

El Papa San Gregorio Magno (+604) elogió la Regla como «notable por su discreción y su elegante lenguaje». Este respaldo papal contribuyó sin duda a su difusión.

Benedicto escribió su Regla en latín. La copia autógrafa de la RB se ha perdido. El mejor manuscrito data de principios del siglo IX y se encuentra hoy en San Gall (Suiza). Otro manuscrito de la Biblioteca Bodleian de Oxford, aunque anterior en un siglo, es menos fiel porque los copistas se esforzaron por corregir el latín del siglo VI. A lo largo de los siglos, la Regla de San Benito ha sido copiada, traducida y publicada innumerables veces. Cada generación ha producido comentarios sobre la Regla y en los últimos cien años se han dedicado a ella grandes cantidades de estudios académicos, tanto por parte de eruditos religiosos como no religiosos. La Regla de San Benito sigue siendo uno de los grandes clásicos de la espiritualidad cristiana.

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