El legado visual del artista estadounidense Keith Haring refleja el zeitgeist de una década y el de un continente. Sus personajes de dibujos animados, sus colores vivos y sus perros ladrando se hicieron mundialmente famosos, pero hay más de lo que parece. Satirizó la política nacional e internacional, animó la escena de las fiestas de los ochenta y llevó a cabo la lucha nacional -y personal- contra el sida, que finalmente perdió en 1990. BOZAR repasa la agitada vida y obra de la leyenda estadounidense en una gran retrospectiva. Aquí tienes un adelanto en cinco datos.

Keith Haring en un vagón de metro, Nueva York, hacia 1983 © Tseng Kwong Chi

1. Haring utilizó el metro de Nueva York como lienzo

«El público tiene derecho al arte… El arte es para todos». (Keith Haring)

Cuando Keith Haring cambió la llovizna de Kutztown por el deslumbramiento de Nueva York, reconoció inmediatamente el potencial de la ciudad cubierta de grafitis. La calle se convirtió en su estudio y pronto dio forma a su vocabulario visual. En aquellos días dejó su huella en la ciudad, o más concretamente, en el metro. En las hojas en blanco que se pegaban sobre los viejos carteles publicitarios aparecían, de repente, perros que ladraban, bebés y hombres que bailaban. Con la velocidad del rayo, el incipiente artista aplicó sus -ahora icónicos- trazos fluidos e instintivos, una pieza de arte anónima para los transeúntes, pero también un acto ilícito que no siempre pasaba desapercibido.

De los archivos: Keith Haring estuvo aquí

2. Haring era un activista

«Un portavoz de la sociedad en cualquier momento de la historia» es como Haring describió al artista. A través de su lenguaje visual sencillo y accesible, ponía al alcance de todo el mundo temas a menudo graves: el racismo, la guerra nuclear, el VIH. A través de los carteles que repartía en las manifestaciones, se convirtió en un activista en sentido literal. Y el joven artista estadounidense estaba siempre atento a los últimos acontecimientos de la política mundial. Su creciente fama le valió una invitación en 1986 para pintar el lado occidental del Muro de Berlín. Lo vio como un «intento de destruir psicológicamente el muro».

Sección del mural de Haring, Muro de Berlín 1986 © Heinz J. Kuzdas

3. Haring tenía una afinidad única con los niños

«Los niños saben algo que la mayoría de la gente ha olvidado». (Keith Haring)
Para Haring los niños eran más que un público, a menudo eran participantes en su proceso creativo. En 1986, él y mil niños de Nueva York pintaron una pancarta que representaba la Estatua de la Libertad, de diez pisos de altura. Para Haring, el bebé representaba la experiencia más pura y positiva de la existencia humana. La figura -una alegoría, por así decirlo, de la honestidad y la integridad- aparece con frecuencia en su obra. En consonancia con esta idea, BOZAR organiza diversas actividades infantiles durante la exposición, como el Día de la Familia y las rutas de descubrimiento.

Keith Haring y Jean-Michel Basquiat en el Museo Whitney de Arte Americano de Nueva York, 1987 © George Hirose/NGV

4. Haring se relacionó con fenómenos mediáticos como Warhol y Madonna

Haring vivió y trabajó en el East Village. El barrio de Manhattan era un imán para los nuevos artistas de la escena underground. Haring no tardó en mezclarse con artistas de la talla de Madonna, Grace Jones y Jean-Michel Basquiat. Andy Warhol fue durante mucho tiempo una fuente de inspiración para él. A menudo se les podía encontrar en lugares como el Club 57, donde se reunían artistas visuales y músicos. Conocidos diseñadores de moda como Vivienne Westwood también se inspiraron en el talento de Haring. A través de su combinación de arte y moda aportó innovación.

Mural de Keith Haring en el M HKA, Amberes © M HKA

5. Haring dejó huellas monumentales en Europa

El aprecio que recibió de sus compañeros artistas y la creciente popularidad de su obra permitieron a Haring ampliar su campo de acción. A finales de la década de 1980, pintó varios murales de gran tamaño en Bélgica y los Países Bajos. En sólo cuatro horas, dio color a la cafetería del Museo de Arte Contemporáneo de Amberes (M HKA). Unos días después hizo lo mismo en un contenedor de Knokke, que se vendió en una subasta por la friolera de dos millones en 2017. Tras su gran exposición individual en el Stedelijk Museum van Amsterdam, pintó un enorme monstruo marino en una pared cercana. En 1989, unos meses antes de morir de una enfermedad relacionada con el sida, completó su último mural en Pisa. Se despidió con su (típico) estilo: con mucho color y movimiento visual.

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