Adam Smith, en su importante libro La teoría de los sentimientos morales, escribió que las personas excelentes tienen tres virtudes primarias: la prudencia, la justicia y la benevolencia, en ese orden. Cada una de ellas es esencial para las otras y para vivir una vida plena en sociedad.
Virtud nº 1: Prudencia
La virtud de la prudencia se refiere a que desarrolles el hábito de proveer bien para ti mismo, tu familia, tus amigos, tus compañeros de trabajo y tu compañía. Esto requiere que pienses de manera inteligente y honesta sobre el mejor curso de acción para maximizar tus oportunidades y minimizar posibles peligros y amenazas. El hábito de la prudencia significa que investigue cada inversión con cuidado, que piense en lo que podría pasar si tomara un curso de acción concreto y que tome medidas inteligentes para protegerse de los contratiempos y los reveses de la fortuna. Las personas más exitosas son aquellas que son prudentes en la conducta en todos sus asuntos personales y de negocios.
Virtud #2: La justicia es ciega
El segundo hábito que debes desarrollar es el de la justicia. Esto se refiere a tu compromiso con el establecimiento y mantenimiento de leyes en la sociedad que protejan la persona y la propiedad de cada individuo. La república americana ha perdurado durante más de 200 años porque fue cuidadosamente establecida por los padres fundadores sobre la base de la ley, no de los hombres. En todos los niveles de nuestra sociedad, se prescriben y establecen leyes específicas que son aplicables a todas las personas, independientemente de su riqueza o posición en la vida.
John Rawls, el filósofo de Harvard y autor de A Theory of Justice (Belknap Press, edición revisada, 1999), presentó una vez una pregunta a su clase que se ha repetido a menudo a lo largo de los años.
Imagina que puedes escribir las leyes y crear las circunstancias de tu sociedad. Se te da el poder de prescribir las relaciones económicas, sociales y políticas que existirían en tu país a lo largo de tu vida.
Sólo hay una limitación a tu poder. Usted establecería esta estructura sin saber en qué tipo de familia o situación nacería usted. No sabrías de antemano con qué tipo de condición física podrías nacer. Sea cual sea el sistema de leyes y costumbres que decidas, estarás obligado a vivir según ellas durante el resto de tu vida. ¿Qué tipo de estructura diseñarías en esta situación?
La respuesta a esta pregunta es la esencia misma del concepto de justicia. La estatua de la justicia, que sostiene las balanzas y los platillos en su mano, tiene los ojos cerrados. Por lo tanto, la verdadera justicia es aplicable a todas las personas que viven bajo un determinado sistema, independientemente de su origen. Cuando hagas del hábito de la justicia una virtud organizadora de tu propio carácter, insistirás en que, sea cual sea el poder relativo de las partes, todos sean tratados con equidad y justicia en la resolución de cualquier dificultad o disputa.
El hábito de la prudencia es esencial para el éxito personal. El hábito de la justicia es esencial para la creación de una sociedad dentro de la cual una persona pueda perseguir sus mejores intereses con la mayor de las posibilidades. La regla es que nunca debes querer o exigir nada de otra persona que no estés perfectamente dispuesto a aceptar para ti mismo.
Virtud nº 3: Benevolencia
La tercera cualidad que debes desarrollar es el hábito de la benevolencia. Esta es una de las características distintivas de la persona verdaderamente superior. Aristóteles se refirió a ella como una de las ocho virtudes esenciales, la de la «generosidad». La mayoría de las personas están estructuradas psicológica y emocionalmente de tal manera que sólo se sienten verdaderamente felices y satisfechas cuando sienten que están haciendo algo que sirve y beneficia a otras personas. Cuando das libre y generosamente de ti mismo a los demás, ya sea a los miembros de tu familia o al público, te sientes más valioso y más feliz por dentro. Cuando te dedicas a servir a tus clientes con la mejor calidad de producto o servicio de la que eres capaz, no sólo sientes una profunda satisfacción personal, sino que te pones del lado de los ángeles en lo que respecta al éxito personal y empresarial. Recuerdas el principio: «Cuanto más te entregues a los demás con la expectativa de recibir algo a cambio, más cosas buenas te llegarán de las fuentes más inesperadas».
La práctica regular de la prudencia, la justicia y la benevolencia conduce de forma natural a sentimientos y acciones de amabilidad, compasión y tolerancia hacia otras personas. Te vuelves más abierto de mente y flexible. Desarrolla una mayor paciencia y comprensión. Eres menos crítico o exigente con los demás. Te conviertes en una persona mejor y más fina.
Ejercicio de acción
Imagínate que eres una persona de completa honestidad e impecable integridad. ¿Hay algún comportamiento tuyo que cambiarías?