«Te diré por qué los cuadros nunca se quemaron. Las lágrimas del niño apagaron el fuego»
Una mañana de septiembre de 1985, los residentes británicos abrieron sus ejemplares de The Sun, un popular periódico, para encontrar un artículo sorprendente. «La maldición del niño que llora» rezaba el titular. Según la historia, Ron y Mary Hall perdieron su casa en un incendio cuando una sartén estalló en llamas. Aunque toda la casa quedó destruida, un objeto permaneció: la impresión de un cuadro de un niño llorando. El hermano de Ron Hall, Peter, que era bombero, afirmó que no era la primera vez que esto ocurría. Peter declaró que había sido testigo de muchos incendios en los que todo se arruinó excepto el cuadro del niño llorón. La respuesta al artículo fue abrumadora. En un día, cientos de lectores se pusieron en contacto con el periódico, afirmando estar gafados por el cuadro. ¿Cómo pudo un cuadro causar tanto revuelo?
Todo comenzó en la década de 1950. Un artista español llamado Giovanni Bragolini realizó una serie de cuadros que representaban a un niño pequeño llorando. Vendió esos cuadros a los turistas como recuerdo de los huérfanos de la Segunda Guerra Mundial. Curiosamente, la gente en Inglaterra, especialmente las parejas jóvenes, se aficionó a estos cuadros. Se vendieron impresiones masivas de los cuadros por todo el país.
Tras la publicación de la historia, la gente se apoderó de la histeria. La leyenda creció a medida que la imaginación se desbordaba. Algunas personas afirmaron que el cuadro había causado la muerte de miembros de la familia. Otros informaron de que, cuando intentaron quemar los grabados, el cuadro no prendía. Incluso se quemaron restaurantes con grabados del Niño Llorón. El bombero Alan Wilkinson afirmó que los incendios no eran sucesos sobrenaturales y que eran el resultado de un descuido. Sin embargo, admitió que había observado más de cincuenta incendios de «niños llorones» desde 1973.
Al final, fue suficiente. Como la gente estaba desesperada por deshacerse de sus copias del cuadro, Kelvin MacKenzie, editor de The Sun, ideó una solución. Dijo a los lectores que enviaran sus cuadros y que The Sun los destruiría de una vez por todas. El día de Halloween, el personal del periódico quemó más de 2.500 copias del cuadro.
Con el paso del tiempo, el frenesí original se calmó. Pero eso no ha impedido que la gente añada sus propias piezas a la leyenda. Una historia afirma que el niño del cuadro era un huérfano que vivía en Madrid. A pesar de la advertencia de un sacerdote de que se producían incendios allí donde iba el niño, el artista decidió adoptarlo. Tiempo después, el estudio del artista se quemó. El niño huyó y nunca más se le volvió a ver.
¿Había algo siniestro en este cuadro? ¿O fue todo un espectáculo mediático diseñado para atraer a los lectores? Independientemente de si El niño que llora era realmente malvado, su historia perdura en la infamia.