Algunos hematomas son visibles bajo la superficie de la piel (comúnmente llamados moretones) o posiblemente se sienten como masas/grumos. Los bultos pueden ser causados por la limitación de la sangre a un espacio de tejido subcutáneo o intramuscular aislado por planos fasciales. Esta es una característica anatómica clave que ayuda a evitar que las lesiones provoquen una pérdida masiva de sangre. En la mayoría de los casos, el hematoma como saco de sangre acaba disolviéndose; sin embargo, en algunos casos pueden seguir creciendo como consecuencia de la filtración de sangre o no mostrar ningún cambio. Si el saco de sangre no desaparece, puede ser necesario limpiarlo/repararlo quirúrgicamente.
El lento proceso de reabsorción de los hematomas puede permitir que las células sanguíneas descompuestas y el pigmento de la hemoglobina se muevan en el tejido conectivo. Por ejemplo, un paciente que se lesiona la base del pulgar puede provocar un hematoma, que se desplazará lentamente por todo el dedo en una semana. La gravedad es el principal determinante de este proceso.
Los hematomas en las articulaciones pueden reducir la movilidad de un miembro y presentar aproximadamente los mismos síntomas que una fractura.
En la mayoría de los casos, el movimiento y el ejercicio del músculo afectado es la mejor manera de introducir la colección de nuevo en el torrente sanguíneo.
A veces puede producirse un diagnóstico erróneo de un hematoma en la vértebra; esto se denomina correctamente un hemangioma (acumulación de células) o un tumor benigno.