Marie Curie fue la primera mujer en ganar el más alto honor de la ciencia, un Premio Nobel, pero su trabajo también le supuso una muerte prematura. Ella y su marido Pierre pasaron años moliendo cuidadosamente rocas radiactivas y empapando el polvo en ácido. En 1898 descubrieron el nuevo elemento polonio y, unos meses más tarde, Marie descubriría también el radio. Pero los Curie no sabían lo arriesgado que era su trabajo. Los científicos habían descubierto la radiactividad pocos años antes. Ahora sabemos que la radiactividad es muy peligrosa. Peor aún, el polonio puede ser el elemento más radiactivo.
El peligro proviene de los bloques de construcción que forman las estructuras atómicas de los elementos. En el centro de cada átomo está su núcleo. En los elementos radiactivos, el núcleo se rompe, lanzando trozos más pequeños que pueden dañar a las personas. Además, una nube de electrones rodea el núcleo de cada átomo. El número de electrones que tiene un átomo y la forma en que está construido el núcleo hacen que todos los elementos se comporten de forma diferente. De esta química surgen muchos peligros diferentes.
Algunos peligros surgen porque los elementos son tóxicos o venenosos. La mayoría de las veces, estos venenos funcionan porque dos elementos diferentes son similares. Necesitamos muchos elementos esenciales para vivir, que alimentan las máquinas biológicas de nuestras células. Por eso debemos ingerirlos cuando comemos y bebemos. Pero el consumo de elementos que imitan a los esenciales hace que las máquinas biológicas dejen de funcionar.
Otros peligros provienen de la reactividad de los elementos. Por lo general, esto ocurre cuando los elementos ceden fuertemente electrones a otros átomos, o los quitan. Si las reacciones químicas que esto provoca son lo suficientemente fuertes, se convierten en incendios o explosiones. Sin embargo, estas mismas propiedades hacen que las sustancias producidas sean muy seguras y estables. La reactividad del cloro lo hace venenoso, y la del sodio lo hace explosivo en el agua. Pero juntos forman el cloruro de sodio, que es tan seguro que lo consumimos como sal de mesa. Y cuando los átomos se ensamblan en moléculas como la nitroglicerina, estas propiedades pueden ser aún más complejas.