Pintura de Jesús y sus discípulos

Una vida corta y una muerte brutal bastaron para que el mensaje de esperanza y vida eterna de Jesús se extendiera por Judea, por el Imperio y, en última instancia, por el mundo.
En uno de los rincones más alejados del Imperio Romano, Judea era una tierra de antiguas tradiciones y fervor religioso. Décadas de dominio romano causaban cada vez más resentimiento.
Desarrollo del caos
Jesús nació en una familia de un pueblo llamado Nazaret, cerca del Mar de Galilea. Mientras crecía, Judea se hundía en el caos. Su población se había dividido en grupos hostiles. Predicadores y profetas recorrían el campo, atrayendo a enormes y apasionadas multitudes.
A la edad de treinta años, Jesús se unió a uno de estos grupos y fue bautizado en el río Jordán. Poco después, comenzó su propio ministerio. Como muchos otros predicadores, viajó por Judea, llevando su mensaje a las casas y sinagogas de algunos de los más pobres de su país.
Un nuevo mensaje
Este mensaje anunciaba que había un reino más grande que Roma, que Dios proveería y que los miembros más pobres de la sociedad encontrarían alivio y esperanza. Era un mensaje completamente nuevo, que entusiasmaba a su público.
Aunque su mensaje resultaba popular, la afirmación de sus discípulos de que Jesús era el hijo de Dios ofendía a mucha gente. Además, sus ideas eran revolucionarias y amenazaban con socavar miles de años de tradición social.
Problemas en Jerusalén
Alrededor del año 33, Jesús viajó a la ciudad de Jerusalén para la ceremonia judía de la Pascua. Había miles de peregrinos de todo el mundo y el templo les ofrecía servicios para cambiar su dinero extranjero o comprar animales para sacrificar.
Jesús estaba furioso. Creía que este tipo de comercio corrompía el lugar sagrado. Según el Evangelio de San Juan, destrozó los puestos de los prestamistas y los expulsó a todos del templo.
¿Criminal o mártir?
Este arrebato enfureció a los líderes religiosos y amenazó con destruir la frágil paz impuesta por Roma. Jesús fue arrestado bajo la acusación de traición y fue crucificado, una forma común de ejecución para los criminales condenados. Para los romanos, Jesús era un alborotador que había recibido su merecido.
Para los cristianos, sin embargo, era un mártir y pronto quedó claro que la ejecución había hecho que Judea fuera aún más inestable. Poncio Pilato -el gobernador romano de Judea y el hombre que ordenó la crucifixión- fue enviado a casa en desgracia. Al ejecutar a Jesús, los romanos habían puesto en marcha una nueva religión que, con el tiempo, se extendería por toda Roma y, finalmente, por el mundo.
Donde ir ahora:
La religión en la antigua Roma – Los primeros cristianos
La religión en la antigua Roma – Pablo
Enemigos y rebeldes – Josefo & Judea

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.