La enfermedad de Alzheimer (EA) es una afección muy compleja que siempre es mortal. Al principio se manifiesta con una marcada falta de memoria y lapsos de juicio, pero a medida que avanza, también tiene un efecto devastador en las funciones cerebrales superiores que muchas personas dan por sentadas. En las últimas fases de la enfermedad, el equilibrio y la coordinación, así como las funciones autonómicas como el ritmo cardíaco, la respiración, la digestión y los ciclos de sueño, se ven gravemente afectados.

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En la fase final, los pacientes serán incapaces de realizar las tareas que mantienen su cuerpo vivo y en funcionamiento. El daño neurológico y la debilidad muscular hacen que los pacientes pierdan la capacidad de coordinar incluso movimientos sencillos. Finalmente, son incapaces de caminar, comunicarse, mantener el control de la vejiga y los intestinos, alimentarse por sí mismos, masticar y tragar alimentos sin una ayuda significativa y una cuidadosa supervisión. Las últimas etapas pueden ser emocional y físicamente agotadoras no sólo para los propios pacientes, sino también para sus cuidadores familiares. En este punto, si aún no se ha tratado el tema, es posible que los familiares deseen considerar los cuidados paliativos para su ser querido.

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La falta de autoconciencia y autocuidado, el confinamiento prolongado en una cama, la falta de alimentación, la incapacidad de recibir una nutrición adecuada y la deshidratación son factores que contribuyen al desarrollo de otras condiciones de salud que ponen en peligro la vida. Aunque el daño cerebral asociado a la EA es la fuerza motriz del deterioro y la incapacidad del paciente, estas enfermedades y afecciones secundarias son, en última instancia, las responsables de causar el deterioro y la muerte del paciente. Las complicaciones de la enfermedad de Alzheimer suelen citarse como tales en los certificados de defunción. Por ello, las muertes con una causa primaria de enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia están seriamente subestimadas. Esto es especialmente cierto porque la demencia puede pasar desapercibida ya que progresa lentamente en el transcurso de muchos años. Además, un número importante de pacientes nunca recibe un diagnóstico neurológico oficial en vida o después de fallecer.

La causa más frecuente de muerte en pacientes con demencia es una infección secundaria, comúnmente la neumonía. Las infecciones bacterianas podrían remediarse fácilmente con un curso de antibióticos en individuos sanos. Sin embargo, los pacientes con EA avanzada suelen ser demasiado frágiles e inmunocomprometidos para combatir las infecciones bacterianas, incluso con la ayuda de estos fármacos. Las infecciones suelen reaparecer después del tratamiento, y muchos pacientes o sus familiares toman la decisión de renunciar a las opciones de tratamiento agresivo y/o a los esfuerzos de reanimación que pueden causar dolor y malestar para obtener sólo un beneficio a corto plazo.

Las siguientes afecciones pueden causar o contribuir a la insuficiencia orgánica múltiple y a la muerte en los ancianos con enfermedad de Alzheimer grave:

  • Ataque al corazón
  • Deshidratación y desnutrición, ya sea debido a una directiva de atención sanitaria de interrupción voluntaria de la alimentación y la bebida (VSED) o debido al proceso natural de la muerte
  • Las lesiones y fracturas causadas por caídas
  • Tromboembolismos
  • Las úlceras por presión (escaras)
  • El accidente cerebrovascular
  • La insuficiencia renal
  • Las infecciones pulmonares como la neumonía por aspiración causada por la disfagia y la inhalación de partículas de alimentos
  • Sepsis (si se extienden las infecciones como las del tracto urinario (ITU) y la neumonía)

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Debido a que estas condiciones secundarias y sus tratamientos pueden causar una gran cantidad de ansiedad y malestar, muchos pacientes y sus cuidadores familiares priorizan la calidad de vida sobre la cantidad y optan por los cuidados de confort en lugar de las amplias medidas de mantenimiento de la vida. Esta es una elección difícil y muy personal para las familias, pero debería tenerse en cuenta lo antes posible, antes de que la enfermedad de Alzheimer progrese hasta el punto de que los pacientes ya no puedan tomar decisiones informadas sobre sus propios cuidados al final de la vida.

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