El diablo sale a cabalgar (1968)
Por qué esto no parece tan fácil
Aunque no es del todo correcto decir que la reputación crítica del estudio cinematográfico londinense Hammer siempre fue baja, sí es cierto que hasta la década de los 70, muy poca gente los tomaba en serio. Una reacción típica ante La maldición de Frankenstein en su estreno, en 1957, fue la de Caroline Lejeune, la crítica de The Observer, que la describió como «entre la media docena de películas más repulsivas que he encontrado». La taquilla se disparó, pero los críticos sonrieron con indulgencia o sacaron la bolsa de los vómitos.
La maldición de Frankenstein (1957)
A partir del libro de David Pirie A Heritage of Horror en 1973, el «horror Hammer» recibió un serio examen crítico y pronto se hizo evidente que representaban una especie de historia secreta del cine británico que corría al lado de la respetable cara de Hitchcock, de las comedias de la Ealing y del drama «kitchen sink». Su influencia en otros cineastas es casi incalculable, tanto en su país de origen como en el extranjero: los «mocosos del cine» estadounidenses eran fans masivos. El culto sigue siendo fuerte hasta el día de hoy, pero hay más de un centenar de películas de la época dorada de la Hammer, y el espectador ocasional puede tener la sensación de que si ha visto una, las ha visto todas.
Hammer vuelve a producir películas hoy en día, pero para conocer el fenómeno Hammer es mejor concentrar los esfuerzos de visualización en la época dorada del estudio, que abarcó desde 1955 hasta 1976. Sin embargo, sus producciones más recientes tienen muchos méritos propios, y una de ellas, Los silenciosos, figura entre las películas más infravaloradas de 2014.
El mejor lugar para empezar – Las novias de Drácula
Sería muy posible abordar las películas de la Hammer comenzando por el principio con El experimento Quatermass (1955) y su clásica trilogía gótica -La maldición de Frankenstein (1957), Drácula (1958) y La momia (1959)- para luego avanzar cronológicamente. Sin embargo, esto tiene el inconveniente de empezar con películas que, aunque a menudo son brillantes, tienen elementos que pueden resultar desagradables para los principiantes: La idiosincrásica interpretación de Brian Donlevy como el profesor Quatermass, por ejemplo; la sección media de Drácula, ligeramente serpenteante; la amanerada sección inicial de La maldición de Frankenstein; los dobles flashbacks de La momia, que quitan el ritmo.
Para una primera inmersión completamente cómoda, los recién llegados deberían probar Las novias de Drácula, de 1960, un cuento popular de terror en delirante Technicolor, que encontró a la mayoría del equipo habitual de la Hammer trabajando en su mejor momento. Hay una pequeña peculiaridad, y es que, a pesar del título, el Conde Drácula no aparece, ni tampoco el impresionante Christopher Lee (protagonista del Drácula de 1958); según el libro English Gothic de Jonathan Rigby, parece que la Hammer nunca se planteó volver a contar con él. Pero Peter Cushing está presente y correcto como el Dr. Van Helsing, esta vez luchando contra un brote de vampirismo en una escuela para señoritas causado por el insuficientemente encadenado Barón Meinster.
Póster de Las novias de Drácula (1960)
El ritmo es trepidante, la interpretación excelente – Martita Hunt destaca como la madre del barón – y el estilo visual es sencillamente emocionante, con ricos colores que se comparan con el mundo elevado de las películas de Powell y Pressburger. Como siempre, Cushing lo da todo, tomándose todo en serio y superándose a sí mismo hacia el final, cuando tiene que enfrentarse a su mayor miedo. El director Terence Fisher realizó un gran número de películas para la Hammer, pero ésta puede ser su mejor obra.
Alternativamente, se puede avanzar hasta finales de los 60 y ver a Christopher Lee en su momento más magistral en The Devil Rides Out (1968), otra gran obra de Terence Fisher. Se trata de un rico brebaje que consiste en la lucha de Lee contra un grupo de ruines satanistas dirigidos por el inigualable Charles Gray. Aparte de un trabajo de efectos ligeramente apresurado, está ejecutado con una brillantez diabólica en todos los departamentos, y el guión de Richard Matheson a partir de la novela de Dennis Wheatley es uno de los mejores con los que la Hammer ha tenido que trabajar.
Qué ver después
Si disfruta de cualquiera de estos dos clásicos, entonces tendrá una buena idea del estilo clásico de la Hammer y podrá volver a disfrutar del innovador material inicial. Un buen ejemplo de su trabajo en blanco y negro, que combina la ciencia ficción con el terror, es Quatermass 2 (1957), de Val Guest, un estupendo thriller paranoico adaptado de la serie de televisión por Nigel Kneale. Igualmente buena es su adaptación de 1959 de El sabueso de los Baskerville, que enfatiza los elementos de terror de la novela de Arthur Conan Doyle y proporciona excelentes oportunidades para Peter Cushing como Sherlock Holmes y André Morell como, para mi dinero, el Dr. Watson definitivo.
Drácula A.D. 1972 (1972)
Hammer realizó una serie de películas fuera del género de terror y algunas de ellas son excelentes, en particular el inusual thriller Cash on Demand, que vuelve a unir a Cushing y Morell, y una descarnada película de guerra, Yesterday’s Enemy (1959), dirigida por Val Guest. Su serie de thrillers psicológicos también se ha conservado bastante bien, en su mayoría escritos por Jimmy Sangster e influidos por el éxito de Psicosis (1960) y el clásico francés Les Diaboliques (1955). El sabor del miedo (1961) fue la primera y tal vez la mejor, pero tengo mucho tiempo para Paranoiac de 1963, que tiene buenos estudios de enajenación de Oliver Reed y Sheila Burrell.
De las películas posteriores, La plaga de los zombis (1966) es una de las mejores, un gótico ambientado en Cornualles que tiene momentos de choque memorables. También hay mucho que decir de un par de películas muy extravagantes de los años 70: Twins of Evil (1971), ambientada en medio de fanáticos de la quema de brujas, y Vampire Circus (1972), repleta de sorprendentes momentos de magia visual entre el sexo y la violencia habituales de entonces.
Por supuesto, hay muchas secuelas a las que enfrentarse: toda una serie de películas de Frankenstein y Drácula con Lee y Cushing, pero no siempre juntos. Drácula, príncipe de las tinieblas (1966) y Frankenstein debe ser destruido (1969) son apuestas muy seguras, pero -en una vena menos tradicional- Drácula A.D. 1972 (1972) es muy divertida, con Drácula y Van Helsing luchando en un Londres no muy movido.