Sí, estos pasos parecen fáciles. Lo suficientemente fáciles como para dejarlos para «después». Lo suficientemente fácil como para pensar que tal vez no son tan importantes, o no son tan especiales. Pero eso sería un error.
La Biblia cuenta la historia de Naamán, el comandante del ejército sirio. Contrajo una lepra incurable y terminal. Uno de sus esclavos, un israelita, le sugirió que fuera a Samaria, donde el profeta Eliseo podría curarlo. Eliseo le dijo a Naamán que fuera a lavarse al río Jordán y que se sumergiera siete veces si quería curarse. Naamán se sintió insultado. Ese río era fangoso y era inaceptable que un alto funcionario se bañara en él.
Sí, las instrucciones de mojarse en el Jordán eran sencillas, pero ¿qué tenía que perder?
Estaba a punto de marcharse enfadado cuando uno de sus soldados le señaló que si Eliseo le hubiera pedido que hiciera algo grande y difícil, habría seguido las instrucciones sin rechistar. Sí, las instrucciones de sumergirse en el Jordán eran sencillas, pero ¿qué tenía que perder? Naamán aceptó el consejo, siguió las instrucciones de Eliseo y se curó. (2 Reyes 5:1-15) Al igual que Naamán, usted es libre de elegir su curso de acción. Puedes seguir luchando con tus problemas, ir a la deriva por la vida sin sentido ni propósito, y perderte un viaje que te traerá la vida eterna. O bien, puedes seguir los sencillos pasos de esta página. La elección es tuya.
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