Extracto de Positive Discipline Tools for Teachers
por la Dra. Jane Nelsen y la Dra. Kelly Gfroerer
Demasiado a menudo los estudiantes (y los adultos) culpan a otros de sus sentimientos diciendo: «Me haces sentir _____». Esto no es cierto. Nadie puede hacer que otra persona sienta algo. Puede que te inviten a sentir algo, pero tú siempre puedes elegir. Una forma de ayudar a sus alumnos a responsabilizarse de sus sentimientos es enseñarles la habilidad de utilizar los mensajes «yo».
Pida a sus alumnos que hagan una lista de las cosas que hacen otras personas que les invitan a sentirse molestos o enfadados (es decir, lo que les molesta). La lista puede incluir cosas como colarse en la cola, cotillear o no ser invitado a participar en un juego. Hágales saber que está bien exagerar cuando están haciendo una lluvia de ideas para que sea más divertido.
A continuación, comparta un ejemplo de cómo utilizar la fórmula «Me siento __________ sobre __________, y deseo __________»: «Me siento herido cuando no me dejas participar en el juego, y desearía que me dejaras participar en el juego». Puede ser útil representar ciertas situaciones, como el acoso, los empujones en la fuente de agua o no ayudar a devolver el material de juego, para dar a los alumnos la oportunidad de practicar el uso de los mensajes «yo». Deje que practiquen hasta que se sientan cómodos compartiendo sus sentimientos y deseos.
La autorregulación (asumir la responsabilidad de los propios sentimientos) es una importante habilidad social y vital. Los mensajes «yo» requieren autorregulación, y los alumnos parecen disfrutar aprendiendo este lenguaje y practicándolo.
Herramienta en acción desde Londres, Inglaterra
Alrededor de una semana después de enseñar a mis alumnos de décimo curso a utilizar los mensajes «yo» (siempre bromeo con ellos diciendo que no me refiero a los mensajes del iPhone), un alumno me preguntó si podía venir a hablar conmigo sobre la nota de su redacción. Se acercó a mí y me dijo: «Sra. Marchese, me siento confundido por la nota de mi redacción porque me esforcé mucho en la tarea y no entiendo por qué recibí una nota tan baja»
¡Esto fue brillante! Si se hubiera dirigido a mí con su tono habitual, podría haber dicho: «Señorita Marchese, ¡no creo que la nota que me ha puesto sea justa!». Con este enfoque, me habría sentido inclinado a defender la nota que le puse. Sin embargo, como él utilizó un mensaje «yo» y compartió que se sentía confundido, quise ayudarle a entender y a sentirse mejor.
Nos sentamos durante unos treinta minutos y repasamos cada parte del ensayo y la rúbrica. Al final, no cambié su nota, pero él se sintió mejor sabiendo lo que podía haber hecho para mejorar, y yo me sentí mejor profesora. Una situación en la que todos salimos ganando. Le felicité por el uso de los mensajes «yo» y le expresé mi gratitud por haberse dirigido a mí de forma respetuosa.
Cuando enseño los mensajes «yo», siempre comparto el ejemplo de cómo pueden utilizarlo con sus padres para hablar de su toque de queda, como por ejemplo: «Me siento excluido porque soy el único de mis amigos que tiene que estar en casa a las once, y me gustaría que pudiéramos negociar una hora más tardía con la que ambos nos sintamos bien»
A los alumnos les encanta este ejemplo, y muchos de ellos van a casa y lo utilizan. La mayoría de las veces los alumnos consiguen negociar un toque de queda más tarde porque sus padres no se ponen a la defensiva y aprecian la forma positiva en que sus hijos adolescentes se comunican con ellos. Cuando damos a nuestros alumnos la oportunidad, nos demuestran lo verdaderamente inteligentes que son.
Joy Marchese, profesora de décimo curso, American School of London, formadora certificada en Disciplina Positiva