Primera parteEditar

La historia cuenta el antiguo mito griego de Cupido y Psique, desde la perspectiva de Orual, la hermana mayor de Psique.

Comienza como la queja de Orual como una mujer mayor, que está amargada por la injusticia de los dioses. Siempre ha sido fea, pero después de la muerte de su madre y de que su padre, el rey de Glome, se vuelva a casar, adquiere una hermosa hermanastra, Istra, a la que ama como a su propia hija, y que es conocida a lo largo de la novela por la versión griega de su nombre, Psique. Psique es tan bella que el pueblo de Glome comienza a ofrecerle sacrificios como a una diosa. El sacerdote de la diosa Ungit, una figura poderosa en el reino, informa entonces al rey de que varias plagas que afectan al reino son resultado de los celos de Ungit, por lo que Psique es enviada como sacrificio humano al invisible «Dios de la Montaña» por orden de Ungit, la madre del dios de la montaña. Orual planea rescatar a Psique, pero cae enferma y no puede evitar nada.

Cuando se recupera, Orual se dispone a ir al lugar donde Psique quedó varada en la montaña, ya sea para rescatarla o para enterrar lo que queda de ella. Se queda atónita al ver que Psique está viva, libre de los grilletes en los que había estado atada, y además dice que no necesita ser rescatada de ninguna manera. Más bien, Psique cuenta que vive en un hermoso castillo que Orual no puede ver, ya que el Dios de la Montaña la ha convertido en novia y no en víctima. En un momento de la narración, Orual cree tener una breve visión de este castillo, pero luego se desvanece como una niebla. Al oír que Psique ha recibido la orden de su nuevo dios-esposo de no mirarle a la cara (todos sus encuentros son nocturnos), Orual sospecha inmediatamente. Sostiene que el dios debe ser un monstruo, o que Psique en realidad ha empezado a alucinar tras su abandono y casi muerte en la montaña, que no existe tal castillo y que su marido es en realidad un forajido que se escondía en la montaña y se aprovecha de sus delirios para salirse con la suya. Orual dice que, puesto que no puede aceptar ninguna de las dos posibilidades, debe desengañar a su hermana de esta ilusión.

Vuelve por segunda vez, trayendo a Psique una lámpara para que la use mientras su «marido» duerme, y cuando Psique insiste en que no traicionará a su marido desobedeciendo sus órdenes, Orual amenaza tanto a Psique como a sí misma, apuñalándose en el brazo para demostrar que es capaz de cumplir su amenaza. Al final, a regañadientes, Psique accede debido a la coacción y al amor que siente por su hermana.

Cuando Psique desobedece a su marido, es inmediatamente desterrada de su hermoso castillo y obligada a vagar como exiliada. El Dios de la Montaña se le aparece a Orual, afirmando que Psique debe ahora soportar las penurias a manos de una fuerza contra la que él mismo no pudo luchar (probablemente su madre la diosa Ungit), y que «Tú también serás Psique», lo que Orual intenta interpretar durante el resto de su vida, generalmente entendiendo que como Psique sufre, ella también debe sufrir. Denuncia la injusticia de los dioses, diciendo que si le hubieran mostrado una imagen de la felicidad de Psique más fácil de creer, no la habría arruinado. A partir de ese día, jura que mantendrá su rostro velado en todo momento.

Con el tiempo, Orual se convierte en reina, y en guerrera, diplomática, arquitecta, reformadora, política, legisladora y juez, aunque siempre permaneciendo sola. Se impulsa a sí misma, a través del trabajo, a olvidar su dolor y el amor que ha perdido. Psique se ha ido, su otra familia nunca le importó y su querido tutor, «el Zorro», ha muerto. Su principal interés amoroso a lo largo de la novela, Bardia, el capitán de la guardia real, está casado y es siempre fiel a su esposa hasta su muerte. Para ella, los dioses siguen siendo, como siempre, silenciosos, invisibles y despiadados.

Mientras Bardia está en su lecho de muerte, Orual decide que ya no puede soportar la visión de su propio reino y decide abandonarlo por primera vez para visitar los reinos vecinos. Mientras descansa en su viaje, deja a su grupo en su campamento y sigue los sonidos del interior de un bosque, que resultan provenir de un templo de la diosa Istra (Psique). Allí, Orual escucha una versión del mito de Psique, que la muestra arruinando deliberadamente la vida de su hermana por envidia. En respuesta, escribe su propia historia, tal y como se recoge en el libro, para aclarar las cosas. Su esperanza es que se lleve a Grecia, donde ha oído que los hombres están dispuestos a cuestionar incluso a los dioses.

Segunda parteEditar

Orual comienza la segunda parte del libro afirmando que su acusación anterior de que los dioses son injustos es errónea. No tiene tiempo para reescribir todo el libro porque es muy vieja y tiene mala salud y probablemente morirá antes de poder rehacerlo, así que, en su lugar, lo añade al final.

Relata que, desde que terminó la primera parte del libro, ha experimentado una serie de sueños y visiones, de los que al principio duda de su veracidad, excepto que también empiezan a ocurrir durante el día, cuando está completamente despierta. Se ve a sí misma teniendo que realizar una serie de tareas imposibles, como clasificar un gigantesco montón de semillas diferentes en montones separados, sin posibilidad de error, o recoger la lana dorada de un rebaño de carneros asesinos, o ir a buscar un cuenco de agua a un manantial en una montaña a la que no se puede subir y que además está cubierta de bestias venenosas. En medio de esta última visión es conducida a una enorme cámara en el país de los muertos y se le da la oportunidad de leer su queja ante los dioses. Sin embargo, descubre que, en lugar de leer el libro que ha escrito, lee un papel que aparece en su mano y que contiene sus verdaderos sentimientos, que son, en efecto, menos nobles de lo que sugiere la primera parte del libro. Sin embargo, en lugar de estar celosa de Psique, como sugería la historia que escuchó en el templo, revela que estaba celosa de los dioses porque se les permitía disfrutar del amor de Psique mientras que a ella no se le permitía.

Los dioses no responden, pero Orual está contenta, ya que ve que la «respuesta» de los dioses era realmente para hacerle comprender la verdad de sus propios sentimientos. Entonces es conducida por el fantasma de la Zorra a una arena iluminada por el sol en la que se entera de la historia de lo que Psique ha estado haciendo: a ella misma se le han asignado las tareas imposibles de los sueños de Orual, pero fue capaz de completarlas con ayuda sobrenatural. Orual sale entonces de la arena para entrar en otro campo verde con un estanque de agua clara y un cielo brillante. Allí se encuentra con Psique, que acaba de regresar de su último encargo: recuperar una caja de belleza del inframundo, que luego entrega a Orual, aunque ésta apenas es consciente de ello porque en ese momento empieza a percibir que algo más está sucediendo. El Dios de la Montaña viene a estar con Psique y a juzgar a Orual, pero lo único que dice es «Tú también eres Psique» antes de que termine la visión. El lector entiende que esta frase ha sido en realidad de misericordia todo el tiempo.

Orual, despertada de la visión, muere poco después pero tiene el tiempo justo para registrar sus visiones y escribir que ya no odia a los dioses sino que ve que su misma presencia es la respuesta que siempre necesitó.

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