Carta Verde es una buena película. Merece la pena verla. La primera vez que la vi no me impresionó, pero al volver a verla me pareció realista y refrescantemente encantadora, en esa especie de «simple/contra corriente» que es tan Peter Weir. También ha hecho El testigo, La sociedad de los poetas muertos y El show de Truman; y Carta verde, sin duda, es otra de sus películas sobre personas que no encajan del todo en su entorno o en el mundo de sus aspiraciones, pero que se ven arrastradas a encontrar la vida donde probablemente no la buscaban. La escena de la búsqueda del baño es hilarante y a la vez de mucho suspense. Es curioso cómo en una casa, o incluso en un pequeño apartamento, nunca estamos seguros de dónde está el baño. Nuestro primer instinto es preguntar, aunque probablemente no sería difícil encontrarlo por nuestra cuenta. Ahora imagina tener que lidiar con esa situación del baño (algo que sólo te importa cuando lo necesitas) fingiendo que el lugar en el que estás es tu casa. Es casi como en esas pesadillas en las que hay tantas puertas pero ¿cuál es la que te llevará a ese siguiente nivel que tanto necesitas pero que no tienes la menor idea de cuál puede ser realmente? Supongo que la metáfora aquí es que sigues abriendo una cadena de puertas equivocadas hasta que encuentras la correcta para ti. Es frustrante, pero la puerta siempre estuvo ahí, siempre, con la excepción de que nunca te diste cuenta. Al igual que en la vida cotidiana, el amor y la espiritualidad pueden aparecer en tu cara como algo banal al principio, pero están hechos de esperanzas y miedos que siempre son más grandes que nosotros, inexplicables, tal vez el destino. No lo controlamos (los griegos lo sabían), seguimos siendo los mismos pero de nuevo no lo somos. Y aquí estamos, tanteando, sobreviviendo. Cómo te relacionas con la gente y con tus circunstancias actuales, sean las que sean, de eso trata la Carta Verde.

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