La documentación más antigua sobre el fuego de zorro es del año 382 a.C., de Aristóteles, cuyas notas se refieren a una luz que, a diferencia del fuego, era fría al tacto. El pensador romano Plinio el Viejo también mencionó el resplandor de la madera en los olivares.
El fuego de zorro se utilizaba para iluminar las agujas del barómetro y la brújula de la Tortuga, un primer submarino. Sin embargo, una lectura de la correspondencia de Benjamin Gale muestra que sólo se consultó a Benjamin Franklin sobre formas alternativas de iluminación cuando las bajas temperaturas hacían que el foxfire quedara inactivo.
Después de muchas más referencias literarias al foxfire por parte de los primeros científicos y naturalistas, se descubrió su causa en 1823. Se examinó el resplandor que emitían las vigas de madera de las minas y se descubrió que la luminiscencia procedía del crecimiento de hongos.
El «zorro» de foxfire puede derivar de la palabra francesa antigua faux, que significa «falso», más que del nombre del animal. Sin embargo, la asociación de los zorros con este tipo de fuegos está muy extendida y también aparece en el folclore japonés.