Los gimnastas no son sólo fuertes de manual; dan la vuelta a sus cuerpos desafiando la gravedad, por lo que sus bíceps, abdominales y cuádriceps tienen que ser francamente poderosos. Confía en mí: Me puse mi primer maillot a los 4 años y competí durante más de una década, así que lo sé. Aprender a hacer ejercicio en el gimnasio una vez que llegó la universidad y mis días de gimnasia llegaron a su fin fue un territorio extraño, y aunque el paquete de ocho que una vez tuve no está ni cerca de donde solía estar (y eso está bien), mi fuerza sigue intacta. (Dato curioso: durante los primeros meses me ejercité con mi licra de terciopelo con pedrería, hasta que mi compañera de cuarto me dijo que tal vez debería buscar otra cosa para vestirme). En los entrenamientos, cuanto más brillantes fueran tus pantalones cortos, mejor, así que por supuesto los tenía a mano).
Para estar a la altura de la exigencia física del deporte, solíamos hacer sesiones de acondicionamiento de media hora al final de cada entrenamiento (ver algunos de esos movimientos aquí). Pero había un ejercicio que siempre nos tenía a mí y a mis compañeros de equipo agarrados a nuestro núcleo, quejándonos de lo mucho que quemaba. Presentamos las rocas de cuerpo hueco: el movimiento que todavía me resulta difícil a día de hoy. Y si estás familiarizado con él, he añadido algunas variaciones que quizás quieras probar.