El Gatsby de DiCaprio es el mayor y más simple efecto especial de la película: una ilusión conjurada principalmente a través del lenguaje corporal y la voz. En la página, el personaje es tan misterioso, una proyección del narrador del libro, que se podría pensar que es tan inviable en la pantalla como Kurtz o John Galt; eludió a Alan Ladd y Robert Redford, los anteriores habitantes del papel. Y sin embargo, DiCaprio lo hace comprensible y dolorosamente real. Las decisiones del actor nos hacen ver que Gatsby interpreta al hombre que desearía ser y que los demás necesitan que sea. Vemos los cálculos que hay detrás de sus ojos, pero también creemos que podría ocultárselos a los demás personajes, al menos a la mayoría de ellos.
La actuación de DiCaprio evoca la descripción que hace Nick de la personalidad humana como «una serie ininterrumpida de gestos exitosos». Luhrmann corta algunas escenas para que parezca que el personaje es realmente omnisciente -como si pudiera ver y oír a kilómetros de distancia y leer los pensamientos y sentimientos de la gente- y DiCaprio interpreta estos momentos con una mezcla de inescrutabilidad y deleite, como si Gatsby supiera algo que nosotros no sabemos, pero es demasiado inteligente para decir exactamente qué. (Cuando los engaños de Gatsby se revelan y sus ilusiones se rompen, DiCaprio se vuelve a la vez aterrador y patético, un falso ídolo que se cae de su pedestal. En su momento final de comprensión, los ojos azules de DiCaprio coinciden con el azul de la piscina de Gatsby, y su rostro angustiado, enmarcado en un estrecho primer plano, tiene una belleza espantosa. Se trata de una interpretación icónica, quizá la mejor de su carrera.
El resto del reparto es casi tan impresionante. Nick Carraway es casi tan abstracto como Gatsby -un sustituto del público, con toques de El buen chico traicionado- pero Maguire lo humaniza, igual que DiCaprio hace con Gatsby. Ayuda el hecho de que haya interpretado a tantos tipos irónicos de pizarra, pero hay algo más en su interpretación además de las notas familiares: algo más profundo y triste.
Carey Mulligan es física y vocalmente adecuada para Daisy Buchanan -cuando coquetea, la famosa descripción de que el personaje tiene «una voz como el dinero» casi tiene sentido- pero la película no la idealiza, como a menudo parecen hacerlo Gatsby y Nick. Es una persona contradictoria y complicada. El Tom de Joel Edgerton está a la altura de la película, y en realidad, está muy bien compensado. El actor se ajusta a la descripción del libro del personaje como «corpulento» y proyecta la arrogancia jovial de un matón que se hace pasar por un hombre culto con dinero; da miedo pero es de tamaño natural, y siempre es comprensible. Los pequeños papeles también están bien elegidos, destacando el de Elizabeth Debicki como Jordan Baker. El director está realmente interesado en las interpretaciones de sus actores, y en la psique de los personajes. Cuando los resentimientos latentes de la historia estallan (sobre todo en una escena cerca del final que se toma grandes libertades con el libro) el resultado es una experiencia más poderosa que las escenas de multitudes y los panoramas CGI.