Progreso de la agricultura
Este hecho habría sorprendido a la mayoría de los economistas de principios del siglo XIX, que temían que la limitada oferta de tierras en las zonas pobladas de Europa determinara la capacidad del continente para alimentar a su creciente población. Su temor se basaba en la llamada ley de los rendimientos decrecientes: en determinadas condiciones, un aumento de la cantidad de trabajo y capital aplicado a una cantidad fija de tierra da lugar a un aumento menos que proporcional de la producción de alimentos. Este principio es válido, pero lo que los economistas clásicos no pudieron prever fue hasta qué punto cambiarían el estado de las artes y los métodos de producción. Algunos de los cambios se produjeron en la agricultura; otros, en otros sectores de la economía, pero tuvieron un efecto importante en el suministro de alimentos.
Al repasar la historia de los países más desarrollados, se puede ver que la agricultura ha desempeñado un papel importante en el proceso de su enriquecimiento. Por un lado, para que se produzca el desarrollo, la agricultura debe ser capaz de producir un excedente de alimentos para mantener la creciente mano de obra no agrícola. Dado que los alimentos son más esenciales para la vida que los servicios prestados por los comerciantes, los banqueros o las fábricas, una economía no puede dedicarse a esas actividades a menos que haya alimentos disponibles para el trueque o la venta en cantidades suficientes para mantener a quienes se dedican a ellas. A menos que los alimentos puedan obtenerse a través del comercio internacional, un país no suele desarrollarse industrialmente hasta que sus zonas agrícolas puedan suministrar alimentos a sus ciudades a cambio de los productos de sus fábricas.
El desarrollo económico también requiere una fuerza de trabajo creciente. En un país agrícola, la mayor parte de los trabajadores necesarios debe proceder de la población rural. Por lo tanto, la agricultura no sólo debe suministrar un excedente de alimentos para las ciudades, sino que también debe ser capaz de producir la mayor cantidad de alimentos con una mano de obra relativamente menor. Puede hacerlo sustituyendo la fuerza animal por la humana o introduciendo gradualmente maquinaria que ahorre mano de obra.
La agricultura también puede ser una fuente del capital necesario para el desarrollo industrial en la medida en que proporcione un excedente que pueda convertirse en los fondos necesarios para la compra de equipos industriales o para la construcción de carreteras y la prestación de servicios públicos.
Por estas razones, un país que quiera desarrollar su economía puede estar bien aconsejado para dar una prioridad significativa a la agricultura. La experiencia de los países en desarrollo ha demostrado que la agricultura puede ser mucho más productiva con la inversión adecuada en sistemas de riego, investigación, fertilizantes, insecticidas y herbicidas.
Afortunadamente, muchos avances de la ciencia aplicada no requieren cantidades masivas de capital, aunque puede ser necesario ampliar las instalaciones de comercialización y transporte para que la producción agrícola pueda llegar a toda la población.
Una de las dificultades para dar prioridad a la agricultura es que la mayor parte del aumento de la producción agrícola y la mayor parte de las ganancias de ingresos se concentran en ciertas regiones en lugar de extenderse por todo el país. El resto de los agricultores no pueden producir más y, de hecho, sufren una desventaja al bajar los precios agrícolas. No hay una respuesta fácil a este problema, pero los países en desarrollo deben ser conscientes de ello; el progreso económico es coherente con el atraso persistente, como se ha visto en partes del sur de Italia o en la zona de los Apalaches de Estados Unidos.