Todo el mundo puede apreciar los actos de bondad. Pero cuando se trata de explicar por qué los hacemos, la gente suele adoptar una de las dos posiciones extremas. Algunos piensan que la amabilidad es algo completamente desinteresado que hacemos por amor y cariño, mientras que otros creen que es sólo una herramienta que utilizamos astutamente para ser más populares y obtener beneficios.
Pero las investigaciones demuestran que ser amable con los demás puede hacernos realmente felices de diferentes maneras. Sabemos que decidir ser generoso o cooperar con los demás activa una zona del cerebro llamada estriado. Curiosamente, esta zona responde a cosas que nos resultan gratificantes, como la comida agradable e incluso las drogas adictivas. La emoción de sentirse bien al ayudar se ha denominado «warm glow» (brillo cálido) y la actividad que vemos en el estriado es la base biológica probable de ese sentimiento.
Por supuesto, no hace falta escanear cerebros para ver que la bondad tiene este tipo de beneficio. La investigación en psicología muestra un vínculo entre la amabilidad y el bienestar a lo largo de la vida, comenzando a una edad muy temprana. De hecho, incluso el simple hecho de reflexionar sobre haber sido amable en el pasado puede ser suficiente para mejorar el estado de ánimo de los adolescentes. La investigación también ha demostrado que gastar dinero extra en otras personas puede ser más potente para aumentar la felicidad que gastarlo en uno mismo.
Pero, ¿por qué y cómo nos hace tan felices la amabilidad? Hay una serie de mecanismos diferentes implicados, y el poder que tienen para hacernos sentir bien puede depender de nuestras personalidades.
La sonrisa contagiosa
Ser amable es probable que haga sonreír a alguien y si ves esa sonrisa por ti mismo, puede ser pegadiza. Una teoría clave sobre cómo entendemos a otras personas en la neurociencia sugiere que ver a otra persona mostrar una emoción activa automáticamente las mismas áreas del cerebro que si experimentamos esa emoción por nosotros mismos.
Es posible que te encuentres en una situación en la que te rías sólo porque otra persona lo está haciendo -¿por qué no desencadenar esa cadena de buenos sentimientos con una agradable sorpresa para alguien?
Enmendar un error
El mismo mecanismo también nos hace empatizar con otros cuando se sienten negativos, lo que podría hacernos sentir mal. Esto es especialmente cierto en el caso de los amigos cercanos y la familia, ya que las representaciones que tenemos de ellos en el cerebro se solapan físicamente con las que tenemos de nosotros mismos. Hacer un acto amable para que alguien que está triste se sienta mejor también puede hacernos sentir bien, en parte porque sentimos el mismo alivio que ellos y en parte porque estamos arreglando algo. Aunque este efecto es especialmente poderoso en el caso de personas cercanas, puede aplicarse incluso a problemas humanitarios como la pobreza o el cambio climático. Comprometerse con las organizaciones benéficas que abordan estos problemas proporciona una forma de tener un impacto positivo, que a su vez mejora el estado de ánimo.
Hacer conexiones
Ser amable abre muchas posibilidades para iniciar o desarrollar una conexión social con alguien. Los actos amables, como comprarle a alguien un regalo considerado o incluso un simple café, fortalecen las amistades, y eso en sí mismo está relacionado con la mejora del estado de ánimo.
De la misma manera, las organizaciones benéficas ofrecen la oportunidad de conectar con alguien del otro lado del mundo a través de donaciones para mejorar su vida. El voluntariado también abre nuevos círculos de personas con las que conectar, tanto con otros voluntarios como con aquellos a los que estás ayudando.
Una identidad bondadosa
A la mayoría de las personas les gustaría pensar que son personas bondadosas, por lo que los actos de bondad nos ayudan a demostrar esa identidad positiva y nos hacen sentir orgullosos de nosotros mismos. En un estudio reciente, incluso los niños de primer curso de secundaria reconocieron que ser amable puede hacerte sentir «mejor como persona… más completo», lo que provoca sentimientos de felicidad. Este efecto es aún más potente cuando el acto bondadoso se vincula con otros aspectos de nuestra personalidad, creando quizás un sentimiento más propositivo. Por ejemplo, un amante de los animales podría rescatar un pájaro, un amante del arte podría hacer una donación a una galería o un profesor jubilado podría ser voluntario en un grupo extraescolar. Las investigaciones sugieren que cuanto más se identifique una persona con la organización para la que es voluntaria, más satisfecha estará.
La bondad vuelve
Los trabajos sobre la psicología de la bondad demuestran que una de las varias motivaciones posibles es la reciprocidad, la devolución de un favor. Esto puede ocurrir directa o indirectamente. Alguien puede recordar que le ayudaste la última vez y, por tanto, es más probable que te ayude en el futuro. También puede ocurrir que el hecho de que una persona sea amable haga que otros miembros del grupo sean más amables, lo que levanta el ánimo de todos. Imagínate que haces pasteles para la oficina y se pone de moda, así que alguien lo hace cada mes. Son muchos más días en los que recibes pasteles que en los que los proporcionas.
La historia no termina ahí. Ser amable puede mejorar tu estado de ánimo, pero las investigaciones también han demostrado que estar de buen humor puede hacerte más amable. Esto lo convierte en una maravillosa relación bidireccional que no deja de dar frutos.