Toxicity

Los escarabajos blister adultos se alimentan del follaje en floración, especialmente de la alfalfa en flor (Medicago sativa). Los escarabajos de las ampollas en los campos de alfalfa contienen suficiente cantaridina para proporcionar dosis letales al ganado que se alimenta del forraje cuando se utiliza como heno. Los métodos modernos de recolección del heno, especialmente el prensado, disminuyen la oportunidad de que los escarabajos de las ampollas desalojen el follaje antes de incorporarlo al heno, aumentando así la probabilidad de que los escarabajos de las ampollas queden atrapados en el heno (Stair y Plumlee, 2004). La cantaridina liberada por los escarabajos blíster adultos aplastados puede contaminar el heno sin evidencia visual de las partes del insecto. La cantaridina es muy estable y puede persistir en el heno durante largos períodos de tiempo. Debido a que en los Estados Unidos la alfalfa se cultiva más ampliamente en el sur, la toxicosis por cantaridina se encuentra más comúnmente en los estados del sur; sin embargo, debido al transporte interestatal de heno de alfalfa en todo el país, la toxicosis por cantaridina puede ocurrir en cualquier estado.

Los caballos son las especies en las que se reporta más comúnmente la toxicosis por cantaridina. Sin embargo, los siguientes huéspedes también han sido envenenados en situaciones naturales o experimentales: vacas, ovejas, cabras, conejos, ratas, erizos, perros, alpacas y emús (Stair y Plumlee, 2004; Simpson et al., 2013). La intoxicación en seres humanos se ha observado durante décadas y suele ser el resultado de un uso medicinal inadecuado de las cantáridas o de una intoxicación malintencionada (Krinsky, 2002). Los caballos son especialmente susceptibles a los efectos de la cantaridina (Stair y Plumlee, 2004). La dosis letal estimada de cantaridina para el caballo es de aproximadamente 0,5-1 mg/kg, y tan sólo 4 g de escarabajos secos pueden ser letales para un caballo (Krinsky, 2002). La dosis letal experimental oral de cantaridina cristalina para perros y gatos fue de 1,0-1,5 mg/kg, y de 20 mg/kg para los conejos. Se estima que la dosis letal para un ser humano es inferior a 1,0 mg/kg.

La cantaridina produce un efecto irritante intenso y directo sobre la piel y las membranas mucosas del esófago, el estómago y los intestinos. Una vez absorbida, la toxina puede afectar a muchos órganos diferentes. La excreción se produce a través de los riñones, lo que da lugar a la transferencia del efecto irritante al tracto urinario, especialmente a la vejiga y la uretra (Krinsky, 2002).

Los signos clínicos varían según la dosis ingerida. Las dosis masivas pueden provocar un shock y la muerte en 4 horas (Krinsky, 2002). Las dosis más pequeñas pueden causar gastroenteritis, nefrosis, cistitis y/o uretritis; por lo tanto, los signos pueden incluir anorexia, heces blandas, heces mucoides a sanguinolentas, atonía intestinal, cólicos, disuria (micción frecuente y dolorosa, o oliguria a anuria) y hematuria. La temperatura corporal puede elevarse a 41,1°C (106°F). Otros signos observados son depresión, debilidad, rigidez muscular, colapso, postración, deshidratación y sudoración (Krinsky, 2002). Los animales suelen estar disneicos y pueden detectarse estertores en la auscultación debido a un edema pulmonar. La miocarditis puede iniciar signos cardiovasculares como taquicardia, congestión de las membranas mucosas y disminución del tiempo de relleno capilar. Se ha informado de aleteo diafragmático sincrónico y fasciculaciones musculares en caballos y se cree que son el resultado de la hipocalcemia (Stair y Plumlee, 2004). Puede observarse la ulceración de las membranas de la mucosa oral y los animales pueden sumergir el hocico en el agua sin beber (Krinsky, 2002). Puede observarse diarrea en los animales que viven unos días. El curso de la enfermedad puede ser tan corto como 4 h, con la ingestión de una dosis masiva, hasta 5 días en la intoxicación letal. En los caballos, la tasa de mortalidad es de aproximadamente el 50%, y los caballos que sobreviven más de 1 semana tienen un pronóstico favorable (Krinsky, 2002).

Durante la intoxicación, la deshidratación y el shock provocan elevaciones de las proteínas séricas y del volumen celular empaquetado (Stair y Plumlee, 2004). La mucosa gastrointestinal dañada permite la rápida invasión de bacterias entéricas, lo que provoca bacteriemia y leucocitosis. Puede haber una leve elevación del nitrógeno ureico sérico. Se ha informado de hipocalcemia profunda (5,9 mg/dL; normal, 12,8±1,2 mg/dL) e hipomagnesemia (0,7-1,8 mg/dL; normal, 2,5±0,3 mg/dL). La gravedad específica de la orina es baja en los primeros estadios de la enfermedad, y los eritrocitos suelen estar presentes en la orina, dando lugar a una reacción de sangre oculta positiva.

Las lesiones brutas pueden ser mínimas con la ingestión de dosis masivas. En casos más prolongados, pueden observarse úlceras orales, vesicación y descamación de parches del esófago distal, erosión y ulceración del tracto gastrointestinal, mucosidad en la pelvis renal y hemorragias corticales renales. Se observa hiperemia y hemorragias en la uretra y la mucosa de la vejiga. También puede haber miocarditis ventricular, edema pulmonar, hemorragias petequiales de las superficies serosas, hepatomegalia y esplenomegalia. La lesión microscópica inicial es la acantólisis de la mucosa del tracto gastrointestinal, el epitelio del tracto urinario y el endotelio de los vasos (Krinsky, 2002). Otras lesiones microscópicas son la miocarditis, la nefrosis tubular renal y los cambios degenerativos en los riñones y el tracto digestivo.

La cantharidina puede detectarse en la orina, los tejidos (riñón y sangre), el contenido gastrointestinal y los propios escarabajos secos mediante cromatografía líquida de alta presión o cromatografía de gases-espectrometría de masas. La cantaridina se excreta rápidamente y puede no estar presente en cantidades detectables después de 4 o 5 días tras la ingestión (Krinsky, 2002).

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